24-05-10

Lugares deliciosos para leer



Se le aconseja a todo mal lector que busque una estación poco o medianamente concurrida en algún metro. Se las puede escoger de dos formas (internamente o externamente), según temática (del libro que ha decidido leer) o por espacios. Por ejemplo, si privilegia el espacio y supongamos el día está nublado debería buscar una estación cubierta y con una buena calefacción, podría ser Cementerios, Cerro Blanco (Línea 2) o Ecuador, Unión Latinoamericana (Línea 1). Si el día está tibio, es decir, con un solcito y nubes grandes podría ser Pajaritos (Línea 1) o alguna estación de la línea 4 o 5. Si el día anterior llovió, proponemos al lector no leer en otro lugar que no sea una estación abierta de la línea 4.

Pero sinceramente yo escogería la primera forma, es decir, por temática, pues aquí se pueden hacer experimentos y la cosa empieza de adentro hacia fuera. Entonces si usted “mal lector” le tincó esta manera, o mejor aun, ha logrado examinar bien la situación y no le queda duda que de esta forma debe ser. Adelante lea lo que viene:

Llega a la estación .Se compra su boleto y algún masticable. Camina hacia la dirección que intuye debe dirigirse, lo más probable es que si tiene entre sus manos una novela policíaca, o un texto de política o ensayístico o crítica histórica, necesitará de un lugar medianamente abierto y como los textos son algo rabiosos o agresivos, también un entorno solitario. Supongamos que estará en la línea cuatro o cinco, entonces, observará la cordillera, pero anecdóticamente deseará leer de espaldas a ella, -como respuesta a lo “nacionalista” y a la burda belleza explícita que propone tamaño escenario y en defensa de la línea que plantean estos escritos, que generalmente los leen “inconformistas rabiosos”- cuestión que no comprenderá pero que le hará bien y sacará provecho a su lectura. Ahora bien, en el mismo escenario (línea cuatro) pero con un libro de autoayuda, espiritualidad, una novela dramática o seudo romántica, un best seller, por ejemplo: El lector se debería ubicar al frente, esta vez mirando a la cordillera, o sea en el andén que dice: dirección a Puente Alto. Usted comenzará a leer, y cada vez que venga una dosis de tristeza o bordee el cansancio, anímese a cruzar el río que suponen los rieles y recovecos del metro. Adelante. Camine serenamente a la cordillera, llegará pronto a la cima. Estando ahí observe, suspire y concéntrese como buen alquimista (esto es una suposición, no haga tal de meterse usted dentro de la línea del metro, aunque tenga los ojos llorosos o el pecho infladito, a veces puede resultar más ilustrativo…) retome fuerzas y prosiga en su labor.

Ahora si es un libro caótico, extremadamente imaginativo, poético, entonces el libro lo tiene a usted, lo lleva y él escoge donde ser leído y juega con usted haciéndole volar y luego vomitar (Artaud, Bretón, Baudelliere, Rimbaud, Cortazar, Parra, Wilde-Burroughs, Lamborghini…) Si es este el tipo de libro no se dará cuenta y estará en una estación medianamente concurrida leyendo. Alce la vista, verá los metros convertidos en trenes muy antiguos que van y vienen de cualquier ciudad, y el ruidoso pitillo es el infantil cu-cu-cu de antaño producido por el maquinista del ferroviario, los televisores son pizarras donde se señalan los próximos viajes y los avisos publicitarios son cuadros de pintura y carteles de cafeterías o burdeles que adornan el lugar. Vuelva a leer cinco, diez, veinte páginas, levante la mirada y aprópiese de todo lo creado, comience a mirar más adentro, pero desde ahí. Siga. Se dará cuenta, las personas que salen del metro están contentas de haber llegado ahí y van corriendo unas al lado de otras rumbo a la ciudad a reencontrarse con quizás que cosa, pero hay también las que están atentas a lo que observan, seguramente es primera vez que a esa estación llegan o tal vez esperan a algún amante. Los que se van, en cambio, están algo nostálgico, con los ojos húmedos. Podrá ver una triste despedida en su mirada. Vuelva a leer. Si al tratar de reincorporarse a la “realidad” le cuesta cada vez más y de pronto se siente aterrado al pensarse en otro tiempo, en otra ciudad y empieza a sentir una presión en el pecho y nota que a su alrededor hay gente neurótica o aburrida, tranquilícese, la cuestión tiene solución: Cambie de tipo de libro, pronto se enfadará con su imaginación que lo ha llevado a tamaño estremecimiento, hará otra vez más concreto su mundo. Montones de críticas vendrán en su ayuda y saldrá algo resignado pero a salvo, por cierto. También, puede imaginar el río, la cordillera…el pechito infladito y llegará pronto a la cima.

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